Los «genes del lenguaje» serían
«secuencias de ADN que codifican proteínas o desencadenan la transcripción
de otras proteínas, en determinados momentos y lugares del cerebro, que guían,
fijan o atraen neuronas hacia aquellos circuitos que, una vez producido
el ajuste sináptico que tiene lugar con el
aprendizaje, intervienen en la solución de problemas
gramaticales».
Si las funciones de estas proteínas que guían, fijan o atraen neuronas para crear los circuitos sinápticos necesarios para la solución de problemas gramaticales no son óptimas, producen en la fase de gestación del feto un subdesarrollo de estructuras neuronales importantes para el lenguaje. Además no sólo se reduce al ámbito gramático, se ha demostrado que el gen FOXP2 está implicado en la formación de pulmones, intestino o corazón, y lo más interesante (y esto es un argumento en contra de aquellos lingüistas que se han lanzado a proclamar, a diferencia de los genetistas, la ‘directa’ relación entre este gen y nuestro lenguaje) es que este gen no es exclusivamente humano, siquiera se restringe al campo de los mamíferos. También estaba ya presente en los neandertales. En realidad este gen está más relacionado con capacidades motoras básicas para la realización del habla, y no con la esencia de nuestro lenguaje. Este gen es importante puesto que asegura capacidades básicas a nivel neuronal. Digamos que su forma no mutada es una condición necesaria, pero no suficiente. ¿Por qué no podemos relacionar ‘a la ligera’ el efecto de la mutación de este gen con el fenotipo, en este caso, el lenguaje? Existe una correlación entre esta secuencia de ADN y el fenotipo, pero no es la causa directa. Descubrir que una secuencia de ADN mutada afecta a un rasgo no implica que esa secuencia de ADN en su versión correcta origine por sí misma ese rasgo. Esto es aún más notable en el plano cognitivo que en el fisiológico, ya que todo funciona a base de corrientes sinápticas entre neuronas.
Si dicho gen existiese, tened por seguro que el puesto que el ser humano ostenta como animal parlante no duraría mucho tiempo. Si ese gen existiese, bastaría hacer una terapia génica: aislar el gen, introducirlo en un vector y el vector( un virus por ejemplo) en otro organismo animal. Daríamos la capacidad de hablar a un animal. Por antojos de la naturaleza, nuestro habla no es algo genética y completamente aislable. Quizás esto pueda parecer una decepción, el gen del lenguaje que creímos tener en nuestras manos no es más que un puro trámite. Confiemos en la ciencia, en poco tiempo la genética cognitiva nos dará grandes sorpresas.
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